En el día de ayer, la polémica se desataba en twitter cuando el gran ex boxeador mexicano Julio César Chávez despreciaba al rey sin corona Sergio Martínez, al que considera un cobarde al que su hijo puede vencer sin mayor problema. Las palabras no se las lleva el viento en internet. La bulla para que su hijo se enfrente al legítimo campeón minaron su paciencia.
“Mira pinchi de mierda a ver que haces cuando Chávez Jr. te rompa tu madre, apestoso”, así abría la veda la ‘Leyenda’. “Todo el mundo sabe que tus peleas nadie las ve y Margarito te partió tu madre ‘perro que ladra no muerde’ mendigando peleas”. Sergio no embestía el capote. Ambos no coincidieron temporalmente en los rings, pero sí fuera y parece fácil saber quien vence en modales.
La mayoría de aficionados están de acuerdo en que, a día de hoy, ‘Maravilla’ es superior a JCChávez Jr, a quien da la impresión que tratan de proteger de una debacle a manos del argentino. Esperan a que pase el tiempo, el chico mejore y gane experiencia y el rival empeore y pierda facultades. Un padre lo hace por amor, sus promotores lo hacen por dinero, obviamente.
Si quieren proteger al Junior de pelear, es decir, de hacer su trabajo, sería mejor que se dedique a otra cosa, hambre seguro que no pasará. Es una vergüenza el mensaje que se les envía a aquellos deportistas sin padrino ni apellido: no basta con ser bueno, hay que tener enchufe. No hay obsesión hacia Chávez Jr, sólo hay un boxeador que trata de recuperar aquello que ‘le tomaron prestado’.
Sólo es un luchador que quiere su cinturón, algo que en el boxeo de hoy parece secundario. “Julio ya tiene fecha en junio pero después de esa pelea yo te garantizo que la siguiente es contigo, palabra de campeón”, planifica Chávez Sr. a Martínez, además de un reparto 60-40 para su hijo. En otro tiempo esa ‘palabra’ era ley pero, actualmente por desgracia, vale menos que los bonos griegos.
No complace ver como uno de los mayores exponentes que ha dado este deporte se dedica a ser herramienta para promotores, a los que sirve carnaza con estas declaraciones. Es un padre defendiendo a su hijo, normal, pero su vástago es mayor de edad y campeón del mundo, no necesita hablar para defenderse, simplemente cumplir con su oficio y cerrar las bocas que tanto le molestan.
“Mira pinchi de mierda a ver que haces cuando Chávez Jr. te rompa tu madre, apestoso”, así abría la veda la ‘Leyenda’. “Todo el mundo sabe que tus peleas nadie las ve y Margarito te partió tu madre ‘perro que ladra no muerde’ mendigando peleas”. Sergio no embestía el capote. Ambos no coincidieron temporalmente en los rings, pero sí fuera y parece fácil saber quien vence en modales.
La mayoría de aficionados están de acuerdo en que, a día de hoy, ‘Maravilla’ es superior a JCChávez Jr, a quien da la impresión que tratan de proteger de una debacle a manos del argentino. Esperan a que pase el tiempo, el chico mejore y gane experiencia y el rival empeore y pierda facultades. Un padre lo hace por amor, sus promotores lo hacen por dinero, obviamente.
Si quieren proteger al Junior de pelear, es decir, de hacer su trabajo, sería mejor que se dedique a otra cosa, hambre seguro que no pasará. Es una vergüenza el mensaje que se les envía a aquellos deportistas sin padrino ni apellido: no basta con ser bueno, hay que tener enchufe. No hay obsesión hacia Chávez Jr, sólo hay un boxeador que trata de recuperar aquello que ‘le tomaron prestado’.
Sólo es un luchador que quiere su cinturón, algo que en el boxeo de hoy parece secundario. “Julio ya tiene fecha en junio pero después de esa pelea yo te garantizo que la siguiente es contigo, palabra de campeón”, planifica Chávez Sr. a Martínez, además de un reparto 60-40 para su hijo. En otro tiempo esa ‘palabra’ era ley pero, actualmente por desgracia, vale menos que los bonos griegos.
No complace ver como uno de los mayores exponentes que ha dado este deporte se dedica a ser herramienta para promotores, a los que sirve carnaza con estas declaraciones. Es un padre defendiendo a su hijo, normal, pero su vástago es mayor de edad y campeón del mundo, no necesita hablar para defenderse, simplemente cumplir con su oficio y cerrar las bocas que tanto le molestan.