Pete Ehrmann. - Hablando sobre los boxeadores más ingeniosos, es probable que el nombre de Oscar Mathæus Nielsen “Battling Nelson” ni se plantee. La idea que se tiene sobre este campeón del peso ligero de principios de siglo XX, es que utilizaba principalmente su cabeza como cebo para sus rivales, hasta que se desgastaran y fueran presa fácil por el cansancio.
“Derrotó a la mayoría de oponentes simplemente encajando todo lo que le tiraban“, escribió el árbitro Charley White, en 1911. “Por ejemplo, la 1ª vez que peleó con el gran Joe Gans. En esa pelea recibió tanto castigo como para acabar con 10 hombres; fue una lucha terrible. Bat decía: ‘Pégame de nuevo; no puedes hacerme daño. Te voy a dar una paliza”, pese a estar herido y cansado. Para él todo valía la pena“.
Un artículo escrito en 1915, aseguraba que “Nelson recibió más golpes que cualquier otro boxeador en la historia“, e informó que “los médicos que lo examinaron dijeron que tenía un sistema nervioso subnormal, lo que significa que sus nervios eran menos sensibles que los de la mayoría de personas, y no conectaban de manera normal el ‘shock’ al cerebro“.
Nelson era menos clínico en sus explicaciones. “Cuando subo al cuadrilátero quiero conectar las mejores manos que pueda sobre mi rival, y para conseguir eso estoy dispuesto a recibir unos cuantos golpes duros. Sé que los soportaré“.
Richard S. Davis, periodista ganador del Premio Pulitzer, estaba en California el 22 de febrero de 1910, cuando Nelson perdió su título ante Ad Wolgast, en 40 sangrientos asaltos. “Nelson recibió golpe tras golpe en la cara y las costillas hasta que parecía un gran filete“, recordaba Davis 43 años después. “Wolgast parecía un niño empujando los puños en barro húmedo“.
Nelson catalogó a Wolgast como un “campeón de queso“, porque todavía seguía en pie cuando el árbitro detuvo la pelea. Nueve meses más tarde, cuando Owen Moran se convirtió en el primer -y único- hombre en noquearlo, Nelson elogió a regañadientes al británico diciendo que era “mejor explorador que Frederick Cook o Robert Peary. Ellos dicen que descubrieron el Polo Norte, pero Moran descubrió que soy un ser humano“.
Entre otras cosas, fue un escritor frustrado. Produjo una autobiografía titulada “Battling Nelson: Su vida, batallas y carrera“, pero conocía sus limitaciones literarias y confió en el periodista Vicent Treanor como ayuda en los momentos difíciles.
Una de las batallas que suele mencionarse en cualquier debate sobre los más inteligentes del boxeo, tuvo lugar hace más de un siglo. El 8 de diciembre de 1913, el peso ligero Packey McFarland se enfrentó al futuro campeón wélter Jack Britton. McFarland venció, pero algunos medios destacaron su floja actuación, que ocasionó abucheos y silbidos por parte del respetable. Cuando Nelson murió el 7 de febrero de 1954, Sam Levy, que conocía a Nelson y había cubierto muchos de sus combates, reveló una de las razones por las que McFarland lució tan mal.
Nelson se sentó en el ringside cerca de Levy y arrancó un puñado de hojas de su libreta. “No me gusta McFarland. Verlo me enferma“, dijo. Al final de cada asalto, Nelson garabateaba en una de las hojas, la doblaba y la tiraba a la esquina de Britton. “¿Qué escribes?”, preguntó Levy después de ver que repetía esa acción una y otra vez.
“Nada”, se burló Nelson. “Yo no tengo que decirle a Britton cómo pelear. Él es uno de los luchadores más inteligentes. Pero échale un ojo a McFarland. Se está cabreando“. Levy escribió: “Packey McFarland, el boxeador astuto, estaba tan enojado con Nelson que no podía pelear“.
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