Y otra más. Llevamos una mala racha en cuanto a ‘grandes’ peleas se refiere. O mejor dicho, peleas con ‘grandes’ nombres y moderadas expectativas, que al final, trascienden a su fecha por motivos diferentes a lo puramente boxístico. Si Mayweather aparecía como ejemplo de antideportividad, ahora surge otro caso similar, pero esta vez, sin la dura eximente de la ‘legalidad’.
Chad Dawson, que hasta su derrota con Jean Pascal se le mencionaba como el mejor púgil estadounidense tras el ‘Pretty Boy’, llegaba a este encuentro con el ansia de recuperar su título perdido y jubilar al incombustible Bernard Hopkins, quien quería ampliar, más si cabe, su página en los libros de historia. Los reproches previos se convirtieron en cautela sobre el ring.
Sus entrenadores también jugaban sus cartas, sería una guerra táctica que se ganaría en cada pequeño detalle en las trincheras. Hasta que pasó lo inesperado. Hopkins erró un golpe, quedando sobre la ‘chepa’ de Dawson, quien, empujando hacia delante, buscó quitarse a su rival de encima. En la caída, el abuelo del boxeo se disloca el hombro y la pelea ha concluido.
Un árbitro vuelve a ser protagonista por una polémica interpretación de los hechos. Su veredicto en un KO Técnico, en lugar del más acertado Sin Secisión. De todas formas, ha sido otra estafa más para los espectadores. La caída de Hopkins, que no parecía tan grave, y una dosis de mala suerte, hizo recordar su edad real y multiplicó la frustración de una afición hambrienta.
Tanto en el Mayweather-Ortíz, como en este Hopkins-Dawson, ni los protagonistas, ni los árbitros han estado a la altura. Ambos eventos pueden definirse como decepcionantes. La noche se salva con actuaciones, a priori, secundarias. Este sábado los titulares merecen ser para el choque DeMarco-Linares, quienes sí dieron una buena muestra de lo que se espera.
Dice un provervio árabe que “la primera vez que me engañes la culpa será tuya; la segunda vez, la culpa será mía”. Pero como uno no aprende, la ilusión ante un gran combate no se perderá, y menos si se acercan púgiles poco dados a decepcionar, como los filipinos Nonito Donaire y Manny Pacquiao, con los cuales toca soñar, imaginando una gran noche de boxeo. Sólo de boxeo.