Por Marcos Vilaseca.- La historia de este libro es bien curiosa. Su autor, Loïc Wacquant, no es boxeador, sino un profesor de Sociología de la Universidad de Berkeley, California, que a finales de los ochenta decidió realizar un estudio sobre la desigualdad social en un gueto de Chicago y como lugar de observación se apuntó a un gimnasio de boxeo situado en un barrio degradado de mayoría afroamericana. Para su propia sorpresa, Wacquant se fue enganchando poco a poco al boxeo, empezó a entrenar con asiduidad y fue aceptado como uno más dentro de la pequeña comunidad negra de boxeadores del gimnasio Woodland —quienes lo bautizaron con el apodo de “Busy Louie” (algo así como “Louie el currante”)—, lo cual tiene su mérito, porque (no se dejen engañar por la portada) Loïc Wacquant es blanco, gafotas, enclenque y tiene cara de no haber roto un plato en toda su vida. Así, lo que empezó como una excusa para desarrollar un ensayo sociológico se acabó convirtiendo en el tema central del libro que nos ocupa.
Como buen profesor universitario, investigador etnográfico y autor de otras tantas obras de teoría social, la prosa de Wacquant es bastante exigente; sin llegar a ser sesuda o incomprensible, sí requiere cierta atención y esfuerzo por parte del lector. No se trata de un ensayo ligero, aunque también es cierto que según avanzan las tres secciones en que se divide el libro, el análisis objetivo va dando paso a una mayor implicación y protagonismo del autor en el texto, haciéndolo más narrativo y menos académico.
La primera parte, titulada La calle y el ring, es la más extensa. En ella el autor nos acerca a la vida cotidiana de un boxeador amateur y, por extensión, a la de todos sus compañeros del Woodland y especialmente a la de su entrenador, DeeDee. Como un voyeur que además de mirar por el ojo de la cerradura se atreve a meter la llave y cruzar la puerta para intervenir en la acción, Wacquant describe, explica, analiza y sintetiza las interioridades del boxeo, lo que ocurre entre bambalinas: las rutinas de los entrenamientos bajo la férrea disciplina de DeeDee —el único autorizado para marcar los tiempos— y las relaciones que se establecen dentro del grupo de púgiles, tanto amateurs como profesionales.
El discurso está construido a partir de sus propias observaciones y experiencias, de las notas que tomaba casi cada día al llegar a casa después del entrenamiento, del abundante material fotográfico y las entrevistas grabadas in situ durante los tres años que duró su aventura. Al igual que en los libros de “periodismo participativo” de George Plimpton, el lector va aprendiendo a la vez que el autor los entresijos del deporte, y no sólo las cuestiones técnicas y físicas, sino también la sinergia sociológica: la administración del capital corporal, el imprescindible control de las emociones (la “educación emocional”), la elección de un sparring adecuado, el estilo de vida que rodea a un boxeador y los problemas que sobrellevan los deportistas en un contexto tan duro.
En la segunda parte, Una velada en el Studio 104, Wacquant acompaña a un boxeador profesional, Curtis Strong, el superligero más prometedor del gimnasio, durante un combate. Aquí el análisis del autor gira en torno a una velada profesional: el pesaje, los personajes que ofrecen sus servicios a tanto por pelea (cutmen, preparadores físicos, masajistas, doctores…), los nervios y dudas del púgil antes de subir al ring, el desarrollo de la contienda y, finalmente, la celebración del triunfo.
La tercera parte describe las propias vivencias del autor como boxeador para preparar su primer y único combate de los Golden Gloves, el torneo amateur más importante de Estados Unidos. Como decía al principio, tanto este capítulo como el anterior son menos teóricos y más narrativos que el primero, que es de carácter más ensayístico. Así, seguimos el intenso entrenamiento de “Busy Louie”, los ánimos de sus compañeros y el ambiente del gimnasio durante los días antes de la fecha clave, un ambiente marcado por aquella sorprendente derrota de “Iron” Mike Tyson contra James “Buster” Douglas a principios de 1990. Paralelamente, crecen los escrúpulos de su entrenador DeeDee acerca de si dejarle pelear o no: “Ashante me confesará que DeeDee había dudado hasta el último momento de dejarme subir al ring: «no quiero que maten a Louie».” Una vez acabados los tres asaltos, y tras las felicitaciones de sus compañeros por el buen papel realizado y por haber hecho honor al prestigio del Woodland, “Ashante me pregunta con entusiasmo por mi próximo combate cuando DeeDee interrumpe el festejo: «No habrá una próxima vez. Ya has tenido tu combate. Ahora ya tienes bastante para escribir tu maldito libro. Tú no necesitas subir al ring».”
Entre las cuerdas, cuadernos de un aprendiz de boxeador
Loïc Wacquant
Ensayo
Ed. Alianza, 2004, 242 págs.
Entre las cuerdas, cuadernos de un aprendiz de boxeador
Loïc Wacquant
Ensayo
Ed. Alianza, 2004, 242 págs.