'Jamás me verá nadie en un ring' de Pedro Roca Julià Guillamon

Jamás me verá nadie en un ring Pedro Roca Julià Guillamon
Por Marcos Vilaseca.- Esta cuidada edición a cargo de la editorial Comanegra incluye dos volúmenes en un mismo estuche con un atractivo diseño gráfico a cargo de Albert Planas.
En el primero, titulado Jamás me verá nadie en un ring. La historia del boxeador Pedro Roca, Julià Guillamon (Barcelona, 1962), escritor, crítico literario y colaborador habitual de La Vanguardia, narra los inicios del boxeo en la ciudad condal desde principios de siglo hasta los años treinta. Tras un exhaustivo trabajo de documentación, el autor reconstruye la historia del pugilismo catalán, impulsado por el Ateneo Enciclopédico Popular, una asociación cultural civil fundada en 1902 y formada por un grupo de intelectuales y obreros que promovió la práctica del boxeo entre las diferentes clases sociales —señoritos, mecánicos y obreros—.
El noble arte pronto gozó de gran aceptación popular, proliferaron los gimnasios —el Club de Boxeo Pueblo Nuevo, el Boxing Club, el Gimnasio Siglo XXI—,  las instituciones —la Federación Española de Boxeo—, las revistas y periódicos —BoxeoEl Mundo Deportivo— y los locales donde se programaban veladas casi cada semana, lugares emblemáticos como el Iris Park, la Bohemia Modernista, el Nuevo Mundo, el Luna Park o el Price.
Esto dio lugar a la aparición de los primeros campeones: José Gironés, Ricardo Alís, Antonio Ruiz, Carlos Flix o Paulino Uzcudun —que, aunque era vasco, peleó a menudo en Barcelona—. Y junto con los campeones también surgieron gran cantidad de boxeadores aficionados y profesionales menos dotados, entre los cuales figuraba Pedro Roca, un popular peso pesado del barrio de Gràcia al cual Guillamon dedica la segunda mitad del libro.
Efectivamente, Pedro Roca fue un boxeador muy conocido por los aficionados catalanes, y no precisamente por sus cualidades pugilísticas. Ya fuese por inferioridad, por miedo a acabar “sonado”, por los golpes en los riñones o por cualquier otra excusa peregrina, Roca solía abandonar sus combates durante los primeros rounds —a menudo en el primero— entre las burlas y abucheos de los espectadores.
Guillamon narra con fidelidad la carrera de este boxeador, que se desarrolló entre finales de los años veinte y principios de los treinta, combate a combate, apoyándose a menudo en las numerosas crónicas pugilísticas publicadas en la prensa de la época. Y lo cierto es que, a pesar de sus continuos desastres sobre el ring, Roca no era un mal boxeador, o al menos no tanmalo como pudiera parecer a primera vista, el problema era que además también tuvo muy mala suerte. Es verdad que sólo ganó un combate por abandono del oponente, pero fue un abandono por una lesión en el hombro causada por los golpes de Roca; en otro combate que tenía ganado por KO fue descalificado por seguir golpeando a su rival cuando éste yacía sobre la lona…
Pedro Roca era el tipo de boxeador carente de estrategia, con escasa movilidad y nulo estilo, pero era valiente, siempre iba al ataque y poseía una potente pegada; como señalaba un artículo de El Mundo Deportivo: “Roca es de los púgiles que jamás han pensado que en un ring puede emplearse el juego de piernas hacia atrás.” En vista de su desafortunada carrera, en 1932 la Federación Catalana de Boxeo acabó retirándole la licencia alegando que Roca no reunía “las debidas condiciones técnicas y físicas” para seguir boxeando. A partir de ese momento, el ex púgil se embarcó en una delirante aventura literaria que dio como resultado dos libros, el primero de los cuales, De boxeador a literato, es el que incluye el estuche de Comanegra en una estupenda edición facsímil.
Mención aparte merece la extensa documentación gráficaJamás me verá nadie en un ringincluye 122 ilustraciones —la gran mayoría en blanco y negro, obviamente— entre las que figuran fotos de boxeadores, de combates y de lugares míticos de Barcelona, titulares de periódicos y revistas, chistes gráficos, escenas de películas y portadas de libros. Además, la portada reproduce un retrato de Pedro Roca a cargo del pintor Eduardo Arroyo, grandísimo y reconocido aficionado al boxeo y a la literatura pugilística.
En definitiva, un excelente ejercicio de memoria histórica que recupera los orígenes y las principales figuras del boxeo catalán, escrito en un estilo, digamos, periodístico, en el que predomina el gusto por la frase corta y la información objetiva y contrastada. Si tuviese que buscarle una pega, esta sería el reducido tamaño del libro —seguramente para adaptarse al tamaño de la edición original de De boxeador a literato—, que si bien lo hace más manejable también disminuye la calidad de las ilustraciones.
Como les decía al principio, el segundo volumen del estuche es el libro de Pedro Roca De boxeador a literato (publicado originalmente en 1932), en una edición facsímil que conserva los gazapos y tachones que en su día hiciese el autor. El ex púgil se basó en sus experiencias en la guerra del Rif, su etapa como boxeador profesional, su relación con Paulino Uzcudun y el combate de éste contra Primo Carnera que se celebró en el Estadio de Montjuïc para pergeñar una suerte de autobiografía errática escrita a vuelapluma en una prosa que discurre entre el trastorno mental y la genialidad (si bien es cierto que hay mucho más de los primero que de lo segundo). Roca escribe sin ningún tipo de orden cronológico o estructural, saltando de un tema a otro sin previo aviso y a menudo construyendo rimas y chascarrillos en los que es el sonido de las palabras y no su significado lo que importa, probablemente fruto de ese “automatismo psíquico puro” del que habla Guillamon. Una obra, sí, de un surrealismo desconcertante e involuntario —sólo un cínico se atrevería a calificarla de vanguardista—, en la que puntualmente aparece algunas frases deslumbrantes: “Yo fui porque me tocó ir, estaba seguro de que con mi finura uno no debe morir, nada más que una vez, y si no se muere ¡matas al traidor!” (pg. 11); o: “no sé para qué estábamos donde nadie nunca nos dijo nada” (pg. 27) (una frase que haría las delicias de Vila-Matas); o esta otra: “he ganado varias medallas de cartón en la carrera del hambre” (pg. 56).
Se trata sin duda de una lectura curiosa que sería mucho más ininteligible sin los comentarios y aclaraciones que hace Guillamon en Jamás me verá nadie en un ring —y que, por tanto, recomiendo leer previamente antes de intentar penetrar en los entresijos del complejo discurso mental de Roca—.
En cualquier caso, un admirable esfuerzo de la editorial Comanegra por recuperar un pedazo de la historia del boxeo catalán.


Jamás me verá nadie en un ring. La historia del boxeador Pedro Roca
Julià Guillamon
Historia pugilística
De boxeador a literato
Pedro Roca
Autobiografía

Ed. Comanegra, 2014, 277 + 77 págs.

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