Rubén Nieto y Nicolás González han conseguido ganar su propio espacio en cualquiera de las más selectas hemerotecas del boxeo español. Una pelea tan emocionante e intensa que tardará en ser igualada y, aún más, olvidada. Y la verdad es que por los primeros compases y mayor parte del combate, parecía que habría nuevo campeón .
El inicio de Nicolás González fue excelente, sin mostrar vértigo alguno ante la altura del reto. Salió con la claridad y contundencia acostumbradas. Al mal tiempo, Nieto puso buena defensa. Bien cubierto, evitando errores y aprovechando algún espacio que Nico pudiera dejar. Y es que el aspirante, a medida que tomaba confianza descuidó ese apartado.
Tras anotarse los dos primeros asaltos, fue derribado en el tercero. Por primera vez vivió en carnes lo que sufren la mayoría de sus rivales. Este hecho condicionó todo lo demás. Un boxeador tiene que ser un excelente gestor de crisis. Saber resolver cada problema con la misma celeridad con la que llegan. En esto resultó más eficaz Rubén Nieto. Pero la referida caída de Nico supuso el fin de las estrategias.
Pese a estar dañado, no optó por agarrarse y arañar segundos vitales. No buscó recuperarse. En su mente solo estaba seguir pegando, que allí no había pasado nada, que aquello no fue más que un pequeño accidente. En un acto memorable de esfuerzo, ambos se enfrascaron en constantes intercambios en una guerra abierta en la que el más curtido sobrevivió.
Nieto nunca perdió por KO, su única derrota fue ante el excampeón de Europa y exaspirante mundial Michele Di Rocco, y en su hoja de servicios figuran victorias por títulos continentales en Bélgica e Inglaterra. Conoce el sabor de su sangre y la resistencia de su cuerpo. No se puede menospreciar.
Quizás una mejor dosificación de Nicolás González le hubiera dado el campeonato. Dañó al campeón, lo derribó y aún así fue noqueado. Tal vez la falta de experiencia para lidiar con situaciones extremas fue la clave que marcó la diferencia. Con mimbres tan buenos, pocas veces una derrota puede ayudar tanto a mejorar a un boxeador.
Con 33 años, Rubén Nieto volvió a demostrar lo que es la grandeza, cómo caer y levantarse, porque ambas hay que saber hacer. En los últimos combates su rendimiento está dando los mejores frutos y promete no quedar aquí. Posiblemente los ingleses volverán a cruzarse en su camino europeo. Mucho van a tener que sudar.
El inicio de Nicolás González fue excelente, sin mostrar vértigo alguno ante la altura del reto. Salió con la claridad y contundencia acostumbradas. Al mal tiempo, Nieto puso buena defensa. Bien cubierto, evitando errores y aprovechando algún espacio que Nico pudiera dejar. Y es que el aspirante, a medida que tomaba confianza descuidó ese apartado.
Tras anotarse los dos primeros asaltos, fue derribado en el tercero. Por primera vez vivió en carnes lo que sufren la mayoría de sus rivales. Este hecho condicionó todo lo demás. Un boxeador tiene que ser un excelente gestor de crisis. Saber resolver cada problema con la misma celeridad con la que llegan. En esto resultó más eficaz Rubén Nieto. Pero la referida caída de Nico supuso el fin de las estrategias.
Pese a estar dañado, no optó por agarrarse y arañar segundos vitales. No buscó recuperarse. En su mente solo estaba seguir pegando, que allí no había pasado nada, que aquello no fue más que un pequeño accidente. En un acto memorable de esfuerzo, ambos se enfrascaron en constantes intercambios en una guerra abierta en la que el más curtido sobrevivió.
Nieto nunca perdió por KO, su única derrota fue ante el excampeón de Europa y exaspirante mundial Michele Di Rocco, y en su hoja de servicios figuran victorias por títulos continentales en Bélgica e Inglaterra. Conoce el sabor de su sangre y la resistencia de su cuerpo. No se puede menospreciar.
Quizás una mejor dosificación de Nicolás González le hubiera dado el campeonato. Dañó al campeón, lo derribó y aún así fue noqueado. Tal vez la falta de experiencia para lidiar con situaciones extremas fue la clave que marcó la diferencia. Con mimbres tan buenos, pocas veces una derrota puede ayudar tanto a mejorar a un boxeador.
Con 33 años, Rubén Nieto volvió a demostrar lo que es la grandeza, cómo caer y levantarse, porque ambas hay que saber hacer. En los últimos combates su rendimiento está dando los mejores frutos y promete no quedar aquí. Posiblemente los ingleses volverán a cruzarse en su camino europeo. Mucho van a tener que sudar.