¿Apoyas al boxeo o solo al amigo?


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El gran Xavier Azpitarte dijo una vez, durante la retransmisión de una velada americana con no recuerdo qué importante combate de fondo, que los verdaderos aficionados al boxeo eran aquellos pocos que ya ocupaban sus asientos desde el inicio del evento, aquellos que no se perdían ninguna actuación, desde el primer combate entre debutantes hasta la pelea estelar, para la cual, entonces sí, el pabellón luciría lleno.

Es evidente que los apasionados del boxeo son minoría, pero eso es algo que ocurre en todos los deportes. ¿Cuántos aficionados al fútbol ven un partido solo si juega su equipo? Y esto no es una crítica, ya que es precisamente ese numeroso aficionado ‘casual’ el que hace crecer un deporte gracias a su interés e inversión. En el boxeo, a falta de ese vinculo sentimental con un equipo, las pasiones son despertadas por personalidades.

La simpatía por un determinado boxeador nace, por ejemplo, de su estilo, carisma o filiación. En un ámbito más reducido, ese factor suele ser una relación de amistad o compañerismo, “somos del mismo gimnasio”. Popularidad que resulta fundamental para sacar adelante cualquier humilde velada. Eventos que sirven como fogueo para nuevos talentos y de escaparate para atraer más aficionados o practicantes.

Amén de poder ser, pocas veces, una pequeña forma de financiación del gimnasio de turno y una manera de publicitarse ante potenciales clientes o patrocinadores. Estos pequeños eventos constituyen el humus necesario para que pueda desarrollarse el boxeo en ese territorio. Apoyando a los luchadores locales se favorece que el deporte se perpetúe, tenga futuro y sea más respetado y promocionado por dirigentes y medios de comunicación.

Para ello es necesaria una cierta estabilidad en la afluencia. Si pelea el púgil popular de la zona, sus amigos y compañeros de 'gym' acuden. Pero si no, algunos espectadores que reclamaban más apoyo al boxeo y atención para los logros de su colega, no asisten. Entonces, ¿el apoyo es al boxeo o solo al amigo? Si no se consigue una base estable y amplia de apoyo entre los propios practicantes y seguidores de este deporte, tenderá a ser más minoritario y residual. Sin afición, no hay boxeo.

Promocionar de manera más eficaz y anticipada cuándo y dónde se realizan las veladas es otro punto que ayudaría a llegar a más gente. El trabajo de unos y el apoyo de otros deben ir en comunión. Porque, como bien enunció el comentarista Eduardo Lamazón: “El boxeo lo hacemos todos. Los dos mejores peleando en medio del desierto, sin ojos viendo, no significarían nada. Boxeadores, sí; pero también oficiales, periodistas, narradores, asistentes, porras, ruido... y la gente”.

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