Cuando la campana marcó el final del combate, un déjà vu recorrió la mente de Samuel Molina. El año pasado, tras un ajustado combate por el cetro europeo del peso superligero con el local Franck Petitjean, los jueces franceses no le fueron favorables. Pero esta vez la historia sería distinta. Lo sabía, lo había visto en su mente, no podía ser de otra manera. Y así fue.
Victoria por decisión mayoritaria (114-114, 113-116 y 113-116). Triunfo de gran valor por lo complicado de obtener este tipo de resultado fuera de casa y por tratarse del territorio del hasta ahora monarca Jordy Weiss. "Quiero enseñar a la gente que está empezando, que hay que creer en los sueños y trabajar duro para ello. Yo he perdido batallas, pero hoy he ganado la guerra", decía el nuevo campeón de Europa del peso wélter.
Nada ocurrió por casualidad, ya comentaba en la previa: “La presión no me impone nada. Debería tenerla él porque es el que juega en casa. Esa presión de no fallar”. Y es que se notó a un campeón preocupado por decepcionar, más cauteloso que otras ocasiones; y un aspirante con las ideas claras, yendo de menos a más, consistente y con la determinación propia del que sabe que ése es su momento.
“Yo primero lo vi y luego lo creí. No me sorprende porque he trabajado 24/7, he soñado por combates como éste. No he dejado de trabajar, es un deporte muy sacrificado. Yo he caído y me he levantado, aquí es donde se demuestra que eres un verdadero campeón”, con estos mimbres es entendible el resultado obtenido.
Molina, como el otro campeón de Europa de nuestro boxeo, el catalán Cristóbal Llorente, son un tipo de boxeadores que, a la chita callando, están firmando una destacada trayectoria. En el caso del malagueño, ya ha sido campeón de España del ligero, superligero y superwélter, cimentando una carrera sólida. En wélter ha encontrado una categoría en la que parece desarrollar su mejor versión, sin perder rapidez ni explosividad.
El pasado mes de abril, Molina sorprendía afirmando que: “Este año no pienso tener vacaciones porque no me las merezco. Tengo 25 años, pero tengo tanta hambre que lo quiero todo. Ya vendrán las vacaciones”. Bueno, pues parece que no es mal momento para tomarse unos merecidos días de asueto. Algún privilegio debe tener ser rey de Europa.
Victoria por decisión mayoritaria (114-114, 113-116 y 113-116). Triunfo de gran valor por lo complicado de obtener este tipo de resultado fuera de casa y por tratarse del territorio del hasta ahora monarca Jordy Weiss. "Quiero enseñar a la gente que está empezando, que hay que creer en los sueños y trabajar duro para ello. Yo he perdido batallas, pero hoy he ganado la guerra", decía el nuevo campeón de Europa del peso wélter.
Nada ocurrió por casualidad, ya comentaba en la previa: “La presión no me impone nada. Debería tenerla él porque es el que juega en casa. Esa presión de no fallar”. Y es que se notó a un campeón preocupado por decepcionar, más cauteloso que otras ocasiones; y un aspirante con las ideas claras, yendo de menos a más, consistente y con la determinación propia del que sabe que ése es su momento.
“Yo primero lo vi y luego lo creí. No me sorprende porque he trabajado 24/7, he soñado por combates como éste. No he dejado de trabajar, es un deporte muy sacrificado. Yo he caído y me he levantado, aquí es donde se demuestra que eres un verdadero campeón”, con estos mimbres es entendible el resultado obtenido.
Molina, como el otro campeón de Europa de nuestro boxeo, el catalán Cristóbal Llorente, son un tipo de boxeadores que, a la chita callando, están firmando una destacada trayectoria. En el caso del malagueño, ya ha sido campeón de España del ligero, superligero y superwélter, cimentando una carrera sólida. En wélter ha encontrado una categoría en la que parece desarrollar su mejor versión, sin perder rapidez ni explosividad.
El pasado mes de abril, Molina sorprendía afirmando que: “Este año no pienso tener vacaciones porque no me las merezco. Tengo 25 años, pero tengo tanta hambre que lo quiero todo. Ya vendrán las vacaciones”. Bueno, pues parece que no es mal momento para tomarse unos merecidos días de asueto. Algún privilegio debe tener ser rey de Europa.